YO DE MAYOR QUIERO SER UNA VIEJA VERDE

Este artículo es original, está escrito por mí y no lo he copiado de ningún sitio. Son mis reflexiones sobre esta vida surrealista que nos ha tocado vivir.

Yo de mayor quiero ser una vieja verde. He llegado a esta conclusión tras largos años observando el género humano, en concreto el femenino. A partir de una cierta edad sólo hay dos tipos de viejas: las amargadas y las verdes.

Las amargadas son muchísimo más numerosas. Se las reconoce de lejos, por su cara de vinagre perpetuo. También se las oye de lejos, ya que siempre se están quejando de todo: del tiempo, de las pensiones, de las citas del médico, del precio de las lechugas, de la permanente prieta que ya no dura como antes, de la concentración de metales pesados en Doñana , de los folletos de publicidad en los buzones, del horario de los basureros, de las cacas de los perros, del IBI, del IBEX , del precio de la gasolina, de los pegamentos para dentaduras, de los plis violetas que te echan en la peluquería, de los juanetes, del vino de la comida de los viajes del IMSERSO,  de los triglicéridos y de la Princesa Letizia. Cualquier excusa es buena y cualquier argumento defendible en la árdua tarea de la queja desmedida, continua y extenuante. Y luego está el otro colectivo. Las que se carcajean de la vida, otean a los viudos con buena jubilación, hacen topless por primera vez a los ochenta años en las playas de Alicante, se rien con los chistes de Jimmy Giménez Arnau, enseñan la faja al bailar Los Pajaritos en las verbenas de Benidorm, juegan a la ruleta rusa con su tensión y se ponen ciegas a pasteles, helados y orujo gallego, van de excursión con sus Geox de tela vaquera, se pintan los labios para bajar la basura, disfrutan con el humor mas burdo y chabacano de Aída , y miran el culo a los basureros, las tetas a las chavalas y juegan al bingo. Esas son las viejas verdes. Y yo espero ser una de ellas.